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La cantinela del verano: "¡Pe-dro Sán-chez, di-mi-sión!"

La cantinela del verano: "¡Pe-dro Sán-chez, di-mi-sión!"

Nadie cree ya el cuento del presidente inmaculado traicionado por todos sus colaboradores.

Llevamos sólo unos días del verano, pero ya hay un cantinela que se impone a todas las demás en la escena política e incluso la sobrepasa. Se lo hemos escuchado a la oposición en el Congreso, pero se ha coreado también en conciertos y bares, cuyas grabaciones pueblan las redes sociales, hasta convertirse casi en una suerte de canción de este verano: "¡Pe-dro Sán-chez, di-mi-sión!" El hartazgo es transversal y algunos portavoces de Sumar han sugerido de manera aún tímida que el presidente del Gobierno debe renunciar a raíz de los numerosos escándalos de corrupción que afectan a un creciente número de personas de su entorno personal y político.

Yolanda Díaz se mantiene de momento a su lado, haciendo malabarismos dialécticos para poder justificar por qué no exige más contundencia a Sánchez contra la corrupción y demostrando una mayor tolerancia al hedor que sale de las cloacas de Ferraz del que sería esperable en una dirigente que nada tiene que temer o que ocultar. Más valientes fueron los contados socialistas que se aventuraron a sugerir el final de Sánchez en el Comité Federal del PSOE que éste pensaba usar como terapia de grupo para cerrar filas en torno a su persona y acabó certificando que ha perdido por completo la conexión con la calle, donde ya nadie se cree el cuento de un presidente inmaculado que ha sido traicionado por casi todos sus colaboradores sin que él supiese nada de ninguna de sus andanzas.

El final abrupto del Camelot sanchista erigido en 2018 sobre la falsa promesa de la regeneración política tras la sentencia amañada del caso Gürtel ha sacado a la luz las corruptelas y vicios de los bajos fondos en los que Sánchez ha chapoteado desde que se hizo con el control del PSOE. Paradójicamente, el dirigente político que más esfuerzos ha puesto por controlar la formación del relato político es ahora visto por la mayoría de los ciudadanos como un presidente más bunkerizado que nunca en la Moncloa conforme van cayendo en desgracia asesores cada vez más cercanos a su despacho.

El último, Paco Salazar, hasta el sábado secretario general de Coordinación Institucional de Presidencia, apenas unas horas después haber sido propuesto para monitorizar la transición pos-Cerdán en el PSOE, si es que eso es posible habiendo designado para suplirle a colaboradores del dimitido exsecretario de Organización, a quien el Tribunal Supremo sitúa como cabecilla de la trama para cobrar mordidas a cambio de obras públicas. Hoy Sánchez debe someterse a una de sus pruebas más difíciles en el Congreso, porque la mayoría de sus aliados parlamentarios van a tratar de marcar distancias y elevar el listón de su hasta ahora escasa exigencia ética para no verse salpicados por la creciente mancha de corrupción sanchista.

La inquietud es muy intensa en el PNV y ERC. Los primeros, temerosos de los lazos de Cerdán con el Gobierno navarro del que forma parte su marca blanca en la comunidad foral, Geroa Bai; los segundos, por la sospecha de haber sido utilizados para blanquear la corrupción bajo una causa ideológica, como hizo la CiU de Artur Mas y los Pujol por medio de Puigdemont durante el procés. Los portavoces del Gobierno les han prometido que habrá medidas contundentes contra la corrupción y el maltrato a las mujeres.

Pero, ¿qué credibilidad puede tener quien no ha sido capaz de detectar ni denunciar a tiempo las corruptelas de los dos últimos secretarios de organización de su partido, y tampoco los comportamientos indebidos de uno de sus más cercanos ayudantes en la Moncloa, para plantear ninguna reforma que pueda impedir que se repitan estos casos indignantes en el futuro?

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